viernes, 22 de julio de 2011

“LA FAMILIA CAMINO DE LA HUMANIDAD..."

LA FAMILIA CAMINO DE LA HUMANIDAD,
DE LA SALVACIÓN Y DE LA SANTIDAD

En el acercamiento a los numerales 47- 52 de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II  me ha causado gran admiración esta hermosa frase en la que como consecuencia lógica de una familia bien constituida  se menciona  que  “cuando los padres van por delante con su ejemplo y oración familiar, los hijos, e incluso cuantos conviven en la misma familia, encuentran más fácilmente el camino de la humanidad, de la salvación y de la santidad” [1] a la luz de esta consideración que da el Concilio acerca de la familia y de las demás consideraciones llenas de gran sentido nos acercaremos a este tema siempre actual y siempre nuevo: la familia, tan atacada y en tanto peligro hoy día, así  como lo mencionaba el entonces Arzobispo de Medellín Monseñor Héctor Rueda Hernández “no desconocemos  los problemas y las sombras que soportan las familias y los hogares en las actuales condiciones de este mundo convulsionado. Admiramos los avances tecnológicos y científicos y vivimos aturdidos por el ruido y la agitación.”[2]   Sin embargo no sobran las preocupaciones y los actos que tratan de salvaguardar la integridad de la familia y su inmenso valor para la sociedad como primer núcleo.
Hemos de acercarnos a este gran tema con mucho respeto y como ya lo hemos mencionado iluminados por la frase que hemos tomado como punto central de atención.
LA FAMILIA CAMINO DE HUMANIDAD.
Dice el concilio: “La familia es una escuela del más rico humanismo”[3]
Hemos de anteponer a este presupuesto la hermosa consideración del concilio a la familia como la intima comunidad de la vida y del amor conyugal que se inaugura en el contrato matrimonial, no se puede negar la importancia de la familia pues es en ella donde comienza la misma humanidad y sin ella no se podría comprender tal término, pues fue de un hombre y una mujer que unidos se generó la misma. Es pues de la entrega y aceptación de los cónyuges en donde surge esa institución forjadora de humanidad que llamamos familia, institución estable por ordenación divina tal como nos lo hace ver el concilio. No hemos de olvidar lo que el génesis dice: “Creced y multiplicaos” (Gen 1, 28) en lo que está implícita la participación en la obra creadora de Dios.
La familia como institución se ordena a la procreación, en la que cumple perfectamente la generación de humanidad, pues es con los hijos que los padres se hacen coparticipes de la obra creadora de Dios en el orden de la vida natural, en este sentido se complementa esta tarea con lo anejo a ella misma, no basta con procrear, también es obligación la educación, y no una educación cualquiera debe ser una educación verdaderamente humana.
La familia un verdadero camino de humanidad que  se inicia desde la misma etapa del noviazgo alimentado como lo dice el concilio con un casto cariño, hasta llegar al matrimonio que se alimentará con un indivisible amor, amor que es una cosa eminentemente humana, un amor que el mismo Señor se ha dignado sanar, perfeccionar, y elevar, es un amor humanizante, un amor que junta a la vez lo humano y lo divino.  Un amor humanizante en el que se  ha de fundar la institución familiar es un amor que supera la mera inclinación erótica. Ha de ser un amor que humaniza pues no está destinado exclusivamente a la procreación, pues exige que ese amor de esposos se manifieste, perfeccione, madure, según un orden recto.  
La familia desde la misma fundación, ha de trasmitir este mismo interés y principio a los hijos al instruir a tiempo y oportunamente sobre la dignidad, valor y ejercicio del amor conyugal, formando en la castidad a los hijos habidos de la unión santa.
Como el mismo concilio nos lo indica el amor humaniza cuando se respeta la vida humana, invitándonos a la protección con sumo cuidado de la vida humana desde la misma concepción.  Y si ya lo hemos mencionado antes que la familia como institución se ordena a la procreación hemos de recordar cómo el documento conciliar nos dice “en la regulación de la procreación no le está permitido a los hijos de  la Iglesia seguir unos métodos que el magisterio al explicar la ley divina no aprueba”[4]
La familia es constructora de humanidad según el concilio no solo en cuanto se destina a la procreación si no en cuanto su tarea a demás de la procreación es el amor y el respeto por la vida, la misma que se funda en la familia.
LA FAMILIA CAMINO DE LA SALVACIÓN
En medio de un mundo convulsionado como ya se había mencionado la familia se ha visto hoy más amenazada que nunca. Si sostenemos que la familia es el camino de la salvación, hemos de mencionar que este camino es un camino que en ocasiones tiene más sombras que luces, sombras como el divorcio, el amor libre, el egoísmo, el hedonismo, prácticas ilícitas contra la generación, que el concilio no tienen ningún afán de esconder, como también las perturbaciones por las condiciones económicas, sociales, psicológicas y civiles. No obstante estas sombras tan peligrosas, se pone de manifiesto la autentica índole de la institución matrimonial y familiar como un camino de la salvación. Bien lo mencionaba el papa Pio XI “Los cónyuges cristianos, robustecidas sus débiles voluntades con la gracia interior de Dios, se conduzcan en todos sus pensamientos y en todas sus obras en consonancia con la purísima ley de Cristo, de la cual se deriven, para sí y para sus familias, la felicidad y la paz.”[5]
La salvación por el camino familiar ha de entenderse en sentido estricto: la salvación es obra de Dios, por su infinita misericordia, y no hay mejor manera de conocer a Dios que en familia. Es en familia donde se conoce ese Dios que Jesús anunció, de Es en la familia en la que se conoce al Dios del amor. Allí se adquiere el compromiso de ser testigos para el mundo, la vida familiar entonces se convierte en un verdadero apostolado de modo que  “El compromiso apostólico de los fieles en la familia es ante todo el de convencer a la misma familia de su identidad de primer núcleo  social de base y de su original papel en la sociedad, para que se convierta cada vez más en protagonista activo y responsable de su propio crecimiento y de la participación en la vida social. De este modo, la familia podrá y deberá exigir a todos, comenzando por las autoridades públicas, el respeto a los derechos que, salvando a la familia, salvan a la misma sociedad”[6] 
Se ha mencionado la salvación y esta se alcanza en un verdadero y perpetuo ejercicio del amor que se traduce en el ámbito familiar que se dejan guiar por la no procedencia del libre arbitrio, si no en la actuación iluminada por la palabra de Dios, ser gobernados por la conciencia y no por los instintos, amoldados a la ley divina, y guiadas por el magisterio, como bien lo dice el concilio.
El camino de la salvación pasa por el amor conyugal y por el amor de los padres a los hijos. El concilio menciona que de no existir prole no por eso el matrimonio deja de existir como institución y como comunión de vida, de modo que los conyugues sin hijos o con ellos están llamados a la salvación y por tanto deben estar en función de esta y lo hacen en comunión, es decir, uno debe preocuparse por la salvación del otro.
Pensemos en la unión del matrimonio como un reflejo del amor de Cristo por la Iglesia y se comprenderá perfectamente como el sagrado sacramento del matrimonio es el camino de la salvación.
FAMILIA CAMINO DE LA SANTIDAD
La santidad podría definirse como la recta coherencia de vida frente al llamado  amoroso de Dios.
La familia es el camino de esta coherencia, “el anuncio fundamental de Jesús, el Reino de Dios, fue precisamente hacer conscientes, de esa realidad de Dios vivo subsistente en el hombre, a todos los que encontró en su trayectoria terrena, para que lo acogieran en serio y realizaran sus vidas en coherencia con esa misma realidad de Dios”[7] los padres en la educación de sus hijos cumplen la tarea de sembrar la semilla de la santidad  en sus corazones. Los hijos de igual manera contribuyen a la santificación de los padres nos lo recuerda el concilio (C. V. II GS #48) y corresponde a ellos –Los padres- ser los principales educadores en el campo religioso.
Los mismos padres deben recordar y tener presente lo que el Papa pio XI exhortaba a los esposos “Mas como la instrucción religiosa, por buena que sea, no basta sola para conformar de nuevo el matrimonio con la ley de Dios, a la instrucción de la inteligencia es necesario añadir, por parte de los cónyuges, una voluntad firme y decidida de guardar las leyes santas que Dios y la naturaleza han establecido sobre el matrimonio”[8]
La santidad no se logra por los simples meritos humanos, y menos en la familia en la que no es fácil andar los pasos que conducen a la santidad, pues no se trata de la santidad individual, se trata de la santidad de la pareja y puede decirse también de los hijos, se hace necesaria pues la voluntad firme y decidida de ser santos.
Esta santidad se construye en la vivencia cotidiana de la familia, en la construcción de humanos verdaderamente humanos, en la construcción de la salvación que se espera alcanzar.
Santidad no es sinónimo de santurronería atrevámonos a decirlo. Es una coherencia de vida en la que con los valores del evangelio se hace valer con el testimonio de vida, tanto particular de cada uno de los miembros de la familia como de la familia en total, sobra recordar que la familia es el núcleo de la sociedad, si esta es santa la sociedad será santa.
APRECIACIÓN PERSONAL.
Considero que no es posible leer estos numerales sin quedar con una profunda sensación de la sobrenatural importancia de la institución familiar, y sin la particular preocupación por el rescate de la importancia de esta institución para la sociedad en total. La sociedad ataca a la familia de muchas maneras desconociendo que se ataca a sí misma y que ha de hacerse un profundo daño. No sabemos si acudimos al escenario de una muerte lenta o si estamos en el surgir de una semilla de trigo en medio de muchas grandes plantas de cizaña, pues he de creer en lo personal que estamos con la mirada fija del trigo mientras vamos limpiando la cizaña y no acudimos a la muerte lenta de la institución matrimonial. Hemos de hacer esfuerzos por saber orientar seriamente a quienes se atreven a navegar ese hermoso mar misterioso que surge de la unión de las almas, en el amor que se bendice por la unión matrimonial que es el camino de la humanidad, de la salvación y de la santidad.


[1] Concilio Vaticano II Constitución Pastoral Gaudium et Spes # 48
[2] Rueda Hernandez,  Hector.  Arzobispo de Medellín. En: Cuestiones teológicas y Filosóficas. Año 20 numero 55 1994
[3] Concilio Vaticano II Constitución Pastoral Gaudium et Spes # 51
[4] Concilio Vaticano II Constitución Pastoral Gaudium et Spes # 51
[5] Casti Connubii.  # 278  Pio XI  31 Dic 1930
[6] Juan Pablo II “Christi Fideles Laici” # 40
[7] Baena, Gustavo. Sj. En: Revista Javeriana. Dios y las religiones. Número 726 tomo142 julio de 2006
[8] Casti Connubii.  # 345 Pio XI  31 Dic 1930