viernes, 19 de noviembre de 2010

EL VALOR DEL SUFRIMIENTO

Sufrir es una experiencia que viene incorporada en el paquete que se llama humanidad, es una experiencia que siempre nos acompañará desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, y por demás es una experiencia a la que nunca nos acostumbraremos.

Sufrimos por múltiples motivos algunos son físicos como es el caso del nacimiento, pues no es sencillo pasar de estar cómodamente cuidados y protegidos en el vientre de nuestra madre y de un momento a otro pasar y estar en el exterior sintiendo el frio, el hambre y depender del cuidado y la protección de los demás seres humanos, especialmente del cuidado y protección de nuestra madre.

También hay sufrimientos que no son físicos, y que muchas veces son mucho más fuertes que los meramente físicos, estos son los sufrimientos que el común de las personas hemos denominado dolores del alma. Entre unos y otros algunas veces se da un intercambio lo suficientemente efectivo que sume a las personas en una reacción que es a la vez física y sentimental, es decir, interior, que la era contemporánea y la medicina ha determinado llamar: Depresión.
El sufrimiento somatizado sume a las personas en profundas situaciones de dolor físico y sentimental, e incluso si es de veras realmente grave y no es tratado con la seriedad que se merece en muchos casos lleva incluso a la muerte o quizás en casos no menos graves a la perdida de la cordura.

Sufrir como ya lo he dicho es una experiencia constante en la vida a la que nunca nos vamos a acostumbrar, y mi intención no es con esto que escribo apologetizar el sufrimiento, y decir que debemos sufrir porque es humano sufrir, no. Mi intención es por el contrario tratar de hacer notar que por donde quiera que andemos en la vida sea en lo físico, sea en lo sentimental estaremos expuesto a sufrir y que debemos notar esto y no permitir que eso que sufrimos nos robe la paz y por el contrario encontremos las maneras necesarias y suficientes de trasformar ese sufrimiento en algo agradable, o por lo menos soportable, así como una madre cuando da a luz, durante el parto sufre grandísimos dolores, pero una vez tiene a su hijo en sus brazos olvida los dolores que padeció mientras lo traía al mundo, por la satisfacción que da ver a su nuevo hijo con salud y completito.

El sufrimiento en nosotros los seres humanos debe cobrar un sentido, y en esto está la clave para que deje de ser sufrimiento, además baste recordar que muchas veces los sufrimientos que nos aquejan son sufrimientos que tal vez sin darnos cuenta son buscados y tolerados por nosotros mismos.

El sufrimiento para que cobre valor y en nosotros no de entrada a la famosísima depresión mal de este primer siglo del nuevo milenio debe tener un sentido, pues muchas veces sufrimos y sin saber tan siquiera por qué. Quienes sufren en su cuerpo males terminales y grandes que hacen muchas veces perder la esperanza están invitados a unir sus sufrimientos a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, así su sufrimiento cobra sentido redentor, pues se hacen partícipes de la redención que Jesucristo nos obtuvo con sangre, sudor y lágrimas. Y quienes sufren en el alma de igual manera están llamados a ofrecer sus sufrimientos a Cristo muerto en la cruz por la conversión de los pecadores y quizás por el perdón de sus propios pecados.

Esto es para los que somos creyentes y de llegar a no ser tan creyentes o no creyentes en absoluto, al sufrimiento todos estamos llamados a darle un sentido nuevo y positivo y así dejaremos de de llevar cargas espirituales o físicas que nos hacen pesado el tránsito por este valle de lágrimas. Solo es virtuoso quien comprende el valor del sufrimiento… en Cristo muerto en cruz tenemos el mejor ejemplo.

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