jueves, 10 de diciembre de 2009

¿Seré capaz yo?


¿Qué tan preparados estamos para partir?

Por motivos que solo Dios sabe he tenido la oportunidad de conocer la fortaleza con la que una mujer cristiana, convencida, y muy practicante, ha asumido la noticia de tener cancer en su organismo.

Es motivo de asombro cómo hace tan solo unos pocos días era una mujer llena de vigor, de actividades, incluidas algunas de voluntariado, en las que servía a otros que estaban enfermos, y parecía que  la enfermedad no rondara muy cerca de ella, pero en poquísimos días su ánimo ha decaído a causa de fuerte agotamiento corporal más no espiritual, si su cuerpo muere poco a poco, su ánimo aún está vivo y se mantiene como antes.

Esto me ha llevado a reflexionar sobre lo preparados que estamos o no para ese momento inevitable que a todos nos espera y que a decir verdad no distingue entre ricos y pobres, ese momento en el que no hay discriminación, el momento que no excluye a nadie, ese momento tan hermoso para unos y tan horrible para otros, ese momento que San Francisco llamó con nombre de hermana, hermana muerte.

Pienso que muchos de nosotros andamos por el mundo y casi nunca nos detenemos un momento a pensar ¿Que será de mi en la hora de mi muerte?, ¿estaré yo preparado para asumirla, y aceptarla?.

La verdad es que muchos prefieren evadir este asunto por temor, pero lo cierto es que a todos nos llegará el momento, habría que preguntarnos ahora, ¿si fuera yo el que diagnosticaran con una enfermedad terminal, qué haría?. Creo que tenemos mucho que aprender de las personas que asumen con amor cristiano y con verdadera esperanza su dolor físico y lo unen a los padecimientos de Cristo Jesús  ofreciendolo por la salvación de otros hermanos. La verdad es que ver a una familia tan unida entorno  a una hermana, esposa, y madre, que sufre por su lenta muerte es edificante y llena de sentido a los que vemos su testimonio ante la muerte por una enfermedad terminal, la misma que como la muerte escoge a cualquiera, y poco a poco se lo va llevando.

La esperanza hace que tengamos el valor para morir tranquilos y en paz, y no es un acomodarse a la muerte por que no haya algo que hacer, no, es solo ir aceptando la realidad de la condición humana limitada y caduca. Es que no somos eternos en este mundo. No tenemos asegurado el mundo como destino final, nuestra verdadera morada esta en otro mundo, en otra realidad, no nos deberíamos aferrar a esta condición, si supieramos de verdad lo que nos tiene preparado el Padre del Cielo. Quizas esta mujer de la que hablo a captado en su vida que lo que le espera es mucho mejor que lo que está dejando en este valle de lágrimas, y por tanto su fortaleza es inalcanzable, a tal punto de ser ella quien aliente a seguir la lucha propia de cada uno de los que deja en casa, esos mismos que sufrirán su ausencia.

Estamos llamados a hacer crecer tanto en nuestra vida la fe de hijos de Dios de modo que cuando se llegue nuestra hora de partir de este mundo estemos preparados y listos para ese encuentro en el que nos juzgarán en el amor y nos pedirán que mostremos nuestras manos y en ellas las obras que hayamos realizado en y por el amor.

¿Seré capaz yo de dejar este mundo en paz con Dios y con los que me rodean?

"Velad y orad por que no sabéis ni el día ni la hora" permaneced en vela...

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