Es noche, y la luna llena está, en un cerro alto se divisa Jerusalén, allí un hombre sobre piedra sentado, observando... pensando... orando... llorando está...
Aquella ciudad ve y su rostro frío está.
Aquella ciudad ve y su rostro frío esta, ¿por qué? ... no lo se.
De sus ojos lágrimas corren por sus mejillas adentrándose con su suave y sutíl fuerza sobre su velluda quijada.
Llora... llora... llora el hombre, y el susurro de la noche es un melancólico canto celestial.
Bajo el susurro del viento, bien dentro de el, un grávido canto seráfico recita un suave piedad que el viento lleva al confín universal.
Todo es silencio... y solo el gemir del llanto del hombre dice al viento ¡ a callar!
Sólo... en el cerro alto, el hombre humano y divino llorando está, misterio insondable de pura verdad.
Humano y divino llorando está, millones de seres alados, volando, buscando, llorando están, pues el hijo divino acongojado está. Misterio sublime Dios mismo lágrimas dar.
Ciudad pervertida perdida estas, ni a Dios haces caso, seguro fracaso tuyo será.
El Emmanuel te quiso amar, te amó, y te ama, pues confundida estás.
Misterio... misterio tan hondo que Cristo por tí llorando está.
Emaús es un pequeño poblado al que se dirigian dos discípulos del Señor un tanto desconsolados por la muerte de quien les hizo pensar y ver la vida de una manera muy diferente a lo que el entorno social del momento le mostraba. Este espacio quiere hacer precisamente eso. Presentar de manera reflexiva esa hermosa relación en la que en ocasiones podemos estar dialogando con el mismo Jesús sin darnos cuenta, solo con la certeza de que nuestro corazón arde....(Lc 24, 35)
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